4 de octubre de 2009

El reino perdido

Por Orlando Tengri.
 

AVE RARA

Cuando yo era chaval mi madre tenía una prisión para aves de las que eufemísticamente llaman “jaulas”, de tiempo en tiempo a ella le gustaba guardar en calidad de prisioneras en dicho espacio a algún ave canora o de bello plumaje, por supuesto que no pasaba mucho tiempo antes de que acomedido me dedicara a abrirles las puertas propiciando la liberación de las criaturas aladas, motivo que me acarreaba interminables reprimendas por parte de mi progenitora, un buen día llegando a casa ví en la celda un ave rara de preciosos colores y no menos hermosos cantos y, de acuerdo a mis viejos hábitos libertarios le abrí la puerta para que saliera y viviera libre en la naturaleza donde pertenecía, de esta manera dejé escapar al pajarraco, cuando llegó mi madre a casa al ver la jaula sin inquilino exclamó “¡era el ave carísima que me había encargado la vecina mientras estaba de vacaciones!”, cabe decir que tuvimos que pagar el ave a la carcelera de al lado.

DE MORALEJAS

Querer ver a los animales con características humanas es algo añejo en el devenir de la humanidad, que el zorro sea astuto y el cuervo ladino, la gallina y la vaca tan abnegadas con respecto a su destino, por no hablar del inquietante burro o de los poliamorosos conejitos. Esopo y Lafontaine son ejemplos de esta cultura en que las narraciones contaban al final con una moraleja que debíase aplicar a los seres humanos, por medio de las fábulas en que los protagonistas eran animales dábanse intrucciones a las jóvenes generaciones sobre hábitos a seguir para mantener la seguridad de la comunidad por medio de la convivencia pacífica dentro de las convenciones establecidas por estas sociedades. Ahora todo ha cambiado, desde que nos consideramos únicamente como consumidores los animales han pasado a engrosar las largas listas de mercancías, ya sea como bienes ludófilos, herramientas y/o comestibles, el caso es que éstos ya no tienen el papel edificante de antiguas culturas, ahora son parte del hábitat de consumo del ser humano.

EPÍLOGO AL REINO PERDIDO DE LOS ANIMALES

Con excepción de algunos funcionarios públicos, dudo mucho que los animales se den cuenta que este 4 de octubre se festeja su día mundial, quizás alguno de ellos perciba la abundancia de croquetas vertidas en su plato por algún propietario acomedido de las celebraciones expiatorias de culpas pasadas y futuras, o tal vez en algún lugar las vacas se extrañen este día al dejar de ser manoseadas en sus tetas para extraerles pese a su mastitis el preciado líquido blancuzco. 

Considero que las criaturas con ánima llamadas animales tienen derechos impostergables, inalienables y demás palabras que si no se llevan a la práctica únicamente suenan como huecas rimbombancias, por ejemplo, los animales tienen el derecho de no ser comidos así como así en hamburguesa o en algún taco al pastor, también tienen derecho a no recibir hormonas para ser mas productivos entre otros múltiples derechos, a cada uno de nosotros corresponde el irlos descubriendo y ejerciendo. 

Existen personas a las que no les gusta coleccionar animales como mascotas ni se consideran sus propietarias, simplemente porque no creen en que tengan que estar bajo su tutela ni que éstos deban considerarse como pertenencias. Si bien los animales (fuera del reino de los burócratas antes mencionados) no tienen la consciencia del evento que celebramos este día, quizás puedan apreciar algún gesto cualquiera.

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