Que muerto a tu entraña
el celo acerca mi cadáver
disponiéndolo a su antojo
sobre la fría plancha del recuerdo.
La memoria necrosada del amor
es llaga que supura del presente
la envidia de aquel idílico pasado.
Lleno de todo menos de un nosotros,
el futuro resplandece
con la imagen adorada de mi olvido y tu recuerdo.
Entumecido en mi pedestal,
con celosa guardiana
rezo el epitafio inscrito en la lápida,
sin embargo mi creyente no escucha la palabra
ni cree en más oración que la suya.
Por dejarnos algo de su viaje,
el amor ha hecho de mí un souvenir, que
fijado en un llavero no ha podido
más nada que abrirle la puerta al pasado.
Ya no me busques,
he partido,
tus lágrimas congeladas de recuerdo
no son más que el frío invierno de aquella primavera.
Orlando Tengri 2010.
Foto. Jan Saudek.