20 de agosto de 2010

Adiós.


 

Que muerto a tu entraña

el celo acerca mi cadáver

disponiéndolo a su antojo

sobre la fría plancha del recuerdo.

 

La memoria necrosada del amor

es llaga que supura del presente

la envidia de aquel idílico pasado.

Lleno de todo menos de un nosotros,

el futuro resplandece

con la imagen adorada de mi olvido y tu recuerdo.

 

Entumecido en mi pedestal,

con celosa guardiana

rezo el epitafio inscrito en la lápida,

sin embargo mi creyente no escucha la palabra

ni cree en más oración que la suya.

 

Por dejarnos algo de su viaje,

el amor ha hecho de mí un souvenir, que

fijado en un llavero no ha podido

más nada que abrirle la puerta al pasado.

 

Ya no me busques,

he partido,

tus lágrimas congeladas de recuerdo

no son más que el frío invierno de aquella primavera.

 

Orlando Tengri 2010.

Foto. Jan Saudek.



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