19 de septiembre de 2009

Sola y sin dueño

(una historia de amores plurales)

Por Orlando Tengri.

Una vez encontré una palma de mano sin dueño,
creyendo que andaba extraviada 
la tomé entre mis manos para consolarla,
por supuesto que no logré mi propósito
porque la palma de mano que creí andaba perdida y sin dueño
si tenía dueño y no andaba extraviada
sino que le pertenecía a un brazo que ingenuamente
pensando estaba solo y sin dueño
lo puse entre mis brazos para darle consuelo,
por supuesto que no logré mi propósito
porque el brazo que creí andaba perdido y sin dueño
si tenía dueño y no andaba extraviado
sino que le pertenecía a un hombro que con ingenuidad
pensé estaba solo y sin dueño
lo junté a mi propio hombro para reconfortarlo
por supuesto que mi propósito no fue logrado
porque el hombro que creía perdido y sin dueño
ya tenía dueño y no andaba extravido
sino que formaba parte de un torso que ingenuo yo
pensé estaba solo y sin dueño
por eso lo puse pegado a mi pecho para intentar consolarlo
por supuesto que no logré mi propósito
porque el pecho que creí andaba perdido y sin dueño
si tenía dueño y no andaba extraviado
sino que le pertenecía a una persona que ingenuamente
pensando estaba sola y sin dueño
la tomé por completo con con toda mi persona para reconfortala
por supuesto que no logré mi propósito
porque la persona que creí andaba perdida y sin dueño
si tenía dueño y no andaba extraviada
sino que le pertenecía a otra persona que ingenuamente
pensando estaba sola y sin dueño...

No hay comentarios:

Publicar un comentario